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Política: El dominio cultural

Sebastián Valenzuela

Profesor asociado de la facultad de comunicaciones

1 de Agosto de 2025

2 MINUTOS DE LECTURA

El fenómeno de la “cancelación” genera mucho debate, pero es poco claro. El término agrupa fenómenos tan distintos como el boicot de charlas académicas, el acoso en redes sociales y la autocensura. Sin embargo, en el fondo, la cancelación se debe entender como un discurso sobre el dominio cultural, moldeado por los choques de opinión entre diferentes grupos sociales. En muchas universidades chilenas—y la UC no parece ser la excepción—los valores progresistas son dominantes.

Como sostiene la teoría de la espiral del silencio, en dicho contexto es esperable que las voces conservadoras se perciban como marginadas y tiendan a la autocensura. Las voces progresistas, en tanto, buscan mantener su hegemonía y, con ese propósito, la “cancelación” de discursos conservadores resulta atractivo. No se trata, sin embargo, solo de que las voces conservadoras sean “canceladas”. La cientista política Pippa Norris ha demostrado que el patrón se invierte en contextos tradicionalistas o en países con regímenes autoritarios, donde quienes se sienten y son silenciados son los sectores más progresistas y liberales. Las plataformas digitales profundizan estas dinámicas. Los algoritmos privilegian la reacción emocional, incentivando la denuncia por sobre el diálogo. Las ideas complejas se comprimen y los matices desaparecen.

Ante este panorama, las universidades no deberían minimizar estas tensiones ni abordarlas desde la superioridad moral. Necesitamos prácticas concretas que encarnen los valores democráticos. Esto incluye tener políticas claras y transparentes sobre invitados y eventos, espacios que promuevan el disenso constructivo, iniciativas de alfabetización digital y foros de encuentro con las comunidades universitarias. Por ejemplo, cuando se trata de temas controversiales, se deben privilegiar eventos que permitan intercambios de opiniones estructurados por sobre exposiciones unilaterales.

De igual forma, hay que incorporar al currículo de pregrado el desarrollo de habilidades para interactuar con respeto en espacios digitales diversos. Asimismo, es clave potenciar programas de formación docente que entreguen herramientas a los académicos para facilitar en las salas de clases conversaciones sobre temas difíciles o divisivos. En un país que aún lidia con las heridas de los actos de censura de la dictadura, las universidades chilenas tienen una responsabilidad particular. Debemos resistir las ortodoxias y promover una deliberación pública basada en evidencia y respeto. Solo si nos abrimos a perspectivas diversas –y no hablamos solo entre nosotros– podremos resguardar la libertad académica y, de paso, fortalecer la democracia.

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