18 de Julio de 2025
2 MINUTOS DE LECTURA




El académico Cristián Opazo recuerda al profesor Pablo Chiuminatto (1965 - 2025), destacado artista e investigador, cuya obra y pensamiento dejaron una huella profunda en quienes compartieron con él la pasión por el arte, la reflexión y la creación.
Por Cristián Opazo
En su última clase en Letras UC, Pablo Chiuminatto describió minuciosamente las estrategias retóricas desplegadas por los poetas clásicos para enseñar el mundo desde las alturas. Quería que sus estudiantes comprendieran que la mejor literatura es la que permite ensanchar horizontes. En esa lección –apasionada, de seguro–, encuentro el epígrafe más certero para celebrar su vida de profesor.
Durante tres décadas de enseñanza universitaria, Pablo bregó para que las Humanidades no cejaran en su afán de inaugurar perspectivas que desafiaran nuestros prejuicios. Con ese ímpetu, llegó a la UC en 2009: desde sus primeros cursos, nos instó a llevar las tecnologías digitales al aula porque confiaba en que era nuestro deber convertirlas en herramientas para la democratización del conocimiento; enseguida, también nos instó a leer lo que se publicaba en Wattpad, porque ahí estaban las voces de las nuevas comunidades literarias; y, por si fuera poco, nunca dejó de recordarnos que la investigación, en nuestras áreas, no tenía por qué ser solitaria. Por eso, con estudiantes de pregrado, de Historia, Ingeniería o Letras, se aventuró en tareas que, en su momento, parecieron imposibles: traducir, por ejemplo, el Quijote de Cervantes, la Ciencia del conocimiento sensible de Alexander Baumgarten o “La filosofía de la composición de Poe” de Edgar Allan Poe, al español de las generaciones Y o Z. Para Pablo, la traducción era parte de la lectura; era su contraparte ética: quien traduce lo que lee está trabajando para que el mundo sea más ancho, pero mucho menos ajeno. Quizá por esta vocación de lector-traductor, Pablo no tuvo problemas para dotar de Humanidad términos que podrían parecer áridos. Así, para él, la interdisciplina era el camino que permitía que los licenciados en Letras transitaran realidades virtuales (de sus estudiantes, varios terminaron cursando posgrados en Ciencias de la Computación). Y, por qué no, para él eso que llamamos transferencia no era más que el nombre que había adquirido nuestra misión primera: hacer del conocimiento un medio para mejorar la vida de las personas. Ahora, a quienes aprendimos con Pablo, nos toca a nosotros mirar el mundo con esos mismos ojos siempre sorprendidos